2 de octubre de 2006

La Leyenda de los Cuentos de Pedro Urdemales

Hola Lectores:

Si queréis publicar algo en mi blog para que lo vean los demás, enviármelo al e-mail: alberto.zambade@hotmail.com y en breve será publicado.

Saludos del Dardo

Os presento esta vez, en primicia total, una leyenda Chilena, que viene de la mano de Felipe Díaz, el dueño y señor del blog Sólo Felipe. Démosle un fuerte aplauso

¡¡¡PLAS, PLAS, PLAS!!!
¡¡¡PLAS, PLAS, PLAS!!!
¡¡¡PLAS, PLAS, PLAS!!!

A continuación leamos la leyenda.

Pedro Urdemales apuesta con el gigante

Cierto día andaba Pedro Urdemales entre las montañas y, distraído, no se percató que la noche había llegado. Asustado buscó refugio en una cueva para protegerse del frío y dormir. Al despertar al otro día, vio con asombro a un gigante a su lado que lo miraba con curiosidad.
- ¿Y tú quién eres? Lo interrogó el gigante - ¿a quién le pediste permiso para dormir aquí?
- Me llamo Pedro Urdemales y como estaba cansado le pedí permiso a mi cuerpo, respondió nuestro Pedro.
- ¿Así que tú eres el famoso Urdemales? ¿Al que todos conocen como muy diablito?
- Nooo, no es para tanto, señor gigante, respondió Pedrito asustado.
- Bueno, voy a ver qué tan pícaro eres y para eso te voy a probar. Te quedarás una semana en mi casa y cada día haremos una apuesta. Si yo gano me das mil pesos y si pierdo te pago igual suma, ¿de acuerdo? ¡Supongo que plata tendrás!
- Claro pues, ¿ve este rollito de billetes?
- ¡Listo! Mañana lunes empezaremos. Será para quién dispara más alto una piedra.
- De acuerdo, pero te advierto que nadie me ha ganado en esto de tirar peñascazos.
- Déjate de cuentos y ya veremos quien gana.
Urdemales se levantó bien temprano y armó una trampa. Con ella cazó un pajarito color plomo y se lo metió al bolsillo. Se acercaba la hora de la apuesta y el gigante ya se acercaba sonriente:
- ¿Estamos listos?
- Por supuesto, amigo contestó Pedro.
Tomó el gigante un guijarro y lo lanzó con tanta fuerza que se demoró casi un cuarto de hora en caer.
- De veras que es bien forzudo usted –dijo Pedro Urdemales -, pero ahora va a ver de lo que es capaz un buen chimbero.
Y sacando del bolsillo el pajarito, que había cazado en la trampa, se inclinó a tierra como para tomar una piedra, y enderezándose, fingió como que la disparaba y el avecita, viéndose libre, se remontó a tanta altura que se perdió de vista.
El gigante quedó esperando que la piedra cayera, pero Urdemales le decía:
- Espere no más, si todavía la piedra va subiendo y no parará hasta que llegue a la luna.
El gigante tuvo que confesarse vencido y le pegó mil pesos a Pedro Urdemales.
Después el gigante llevó a Pedro Urdemales a unas canteras y mostrándole unas piedras blancas muy duras le dijo que al otro día apostarían quién molería una de esas piedras con las manos, hasta reducirla a polvo.
- Dificililla la cosa – dijo Pedro -, pero habrá que tentarla.
Y como la apuesta era para el día siguiente, le pidió permiso al gigante para ir a despachar unas diligencias urgentes. El gigante no puso obstáculos, pero le pidió que volviera el mismo día, porque a él le gustaba despachar sus apuestas en la mañana temprano.
Al otro día, cuando el sol no aparecía aún, ya estaban en facha los apostadores. Pedro dijo:
- Empiece usted, que es de aquí; después trabajaré yo.
Entonces el gigante tomó entre sus manos una gran piedra blanca y haciendo un pequeño esfuerzo la redujo a polvo.
- ¡Bravo! -, ahora vamos a ver cómo me porto yo.
Y sacando de la faltriquera unos quesillos frescos (que para comprarlos había ido al pueblo), fingió tomar de la cantera una piedra blanca y apretándolos con sus manos comenzó a caer el agua que contenían, hasta dejarlos bien secos y convertirlos en algo que parecía un peñado de harina.
- Me la ganaste también – dijo el gigante -, porque por más que apreté yo la piedra, no pude sacarla agua y tú sacaste más de un litro.
Y le pegó otros mis pesos.
- Mañana miércoles – dijo en seguida – vamos a ver cuál de los dos de un bofetón abre un hoyo más grande en la roca.
- Aceptada la apuesta – contestó Pedro Urdemales.
Y mientras en gigante salió a traer un ternero para su almuerzo, con el azadón abrió un hoyo tan hondo en la roca que le cabía todo el brazo. Y tapó la apertura con una delgada piedra que le calzaba perfectamente.
Después de desayunarse, al otro día, dijo Pedro al gigante:
- A la hora que usted quiera puede empezar, que yo seguiré detrasito de usted.
Y sin hacerse de rogar, el gigante pegó tal puñetazo en la roca que metió todo el puño. Cierto que de las coyunturas de los dedos le chorreaba abundante sangre.
- Ahora me toca a mí – dijo Pedro – ¡Atención!
Y con todas sus fuerzas dio un puñetazo en la piedra que había puesto de tapa y, con gran asombro del gigante, metió el brazo hasta el hombro.
- Me ganaste otra vez –gruñó el gigante, que no se explicaba cómo podía vencerlo un hombre tan pequeño, y le pagó los mil pesos que acababa de perder, agregando:
- Entonces mañana jueves vamos a apostar cuál de los dos se echa a la espalda una carga más grande de leña y la lleva más lejos.
- Convencido, pero acuérdese señor que yo soy muy forzudo y ya estoy viendo que usted va a perder.
Al otro día, a la hora acostumbrada, estaban los dos apostadores listos. Pedro dijo:
- Comience usted que tiene más edad que yo.
Y el gigante, seguido de Pedro Urdemales, se dirigió a un bosque no muy distante de su caverna y reunió un montón enorme de leña. Lo ató con una cuerda, se lo echó al hombre como quien se echa una pluma y lo llevó hasta la entrada de la caverna. Pedro Urdemales, que lo seguía sin pronunciar palabra, tomó tres lazos muy largos que colgaban de un clavo y atándolos unos con otros se dirigió al bosque tirando de una punta.
- ¿Qué vas a hacer con esos lazos añadidos? – le preguntó el gigante.
- ¡Ya verá lo que voy a hacer! - le contestó Pedro Urdemales.
Y atando al primer árbol la punta que llevaba cogida, siguió rodeando al bosque sin soltar los lazos añadidos que escurría por entre las manos mientras caminaba. El gigante, que marchaba detrás, dijo de pronto:
- ¿Pero, vamos a ver, qué vas a hacer?
- Pues amarrar todo el bosque para echármelo a la espalda y llevármelo a mi casa, porque voy a negociar en leña al por mayor. ¡Malito negocio voy a tener ahora que el tiempo está tan malo y la leña tan cara!...
- ¡No seas diablo Pedro! Me doy por vencido: toma los mil pesos, pero déjame la leña. Mañana viernes si que te gano; apostaremos a quién puede acarrear de un viaje mayor cantidad de agua de la laguna.
El viernes, bastante temprano, ya estaban ambos contendores en facha. Pedro dijo:
- Comience usted, que es tan regrande.
El gigante se echó al hombro un tonel que hacía más de mil arrobas y se dirigió a la laguna que estaba al otro lado del bosque. Lo llenó y, como si nada llevara, lo dejó otra vez en la caverna. Pedro, callado y tomando una barreta, dijo:
- ¡Ahora me toca a mí! – Y se fue a la laguna acompañado del gigante. Una vez allá se puso a cavar por las orillas.
- ¿Qué haces, hombre? – preguntó el gigante.
- Voy a cavar la laguna entera para llevármela a mi tierra, porque allá el agua está muy escasa.
El gigante se asustó y dijo:
- ¡Pedro, no seas diablo! Toma los mil pesos, pero déjame el agua.
- Se la voy a dejar por ser usted no más; pero créame que más que los mil pesos me conviene la laguna. Y ¿cuál será la última apuesta?
- Mira Pedro, mejor será que no hagamos ninguna apuesta más.
- ¿Cómo? Ninguna otra apuesta… Entonces confiésese vencido y déme los otros mil pesos.
- ¡Eso sí que no! Mañana sábado veremos cuál de los dos dispara más lejos una lanza. Yo arrojaré ésta y tú esta otra.
- Perfectamente – contestó Pedro.
Al otro día, en cuanto estuvieron en el sitio convenido, dijo Pedro:
- Dispare usted primero, que se tiene por tan forzudo.
Y aquel desaforado gigante ser puso en facha y casi sin esfuerzo lanzó el rejón, tan lejos que cayó a más de diez cuadras de distancia.
- No lo ha hecho tan mal – dijo Pedro -. Ahora yo. Pero dígame antes, ¿dónde vive su señora madre?
- Muy lejos de aquí, pero muy lejos; en Francia. Por este camino derecho se llega hasta su casa viajando en tren expreso en quince días. ¿Por qué me lo pregunta?
- Para que esta lanza que está en mis manos, que va a llegar allá en menos de quince minutos, le lleve memorias mías.
Y tomándola del medio, comenzó a balancearla, como que saliera con fuerza, al mismo tiempo decía:
- ¡Lanza! ¡Lanza! ¡Lanza! ¡Ándate para Francia, hasta donde la madre del gigante y atraviésale la panza!
- ¡Alto ahí! – dijo el gigante -. ¡Eso sí que no! Mi madre es sagrada. Me doy por vendido. Toma los mil pesos; vete y no vuelvas más por acá. Y nuestro amigo Pedro Urdemales se fue contentísimo de haber engañado al gigante y haberse embolsillado seis mil pesos con tanta facilidad. Fue esa una semana muy provechosa para Pedro.

Fuente: Felipe Diaz

Gracias por la leyenda Felipe es muy bonita...

13 comentarios:

Sólo Felipe dijo...

Que bueno que le gustó la historia y gracias por haberla publicado... en lo personal me gusta mucho.

Espero que tengas mucha suerte con el diablillo de Pedro Urdemales y ojalá al menos mis compatriotas se acuerden de este personaje.

Saludos Alberto!!

Luli dijo...

Recuerdo que cuando era pequeñita mi mamá me leyo algun cuento de Pedro Urdemales! No este pero recuerdo al personaje.

Pese a que me tomo mi tiempo, leí la historia completa. Me he remotado a mi pasado. Creeme.
Besos de princesa!

35345 dijo...

Desconocia totalmente a ese personaje, muy linda historia felicitaciones por publicar algo tan bueno. Saludos

una madrileña dijo...

Jajajajaj, ese Urde-males se las sabia todas, fiate, fiate de los pequeños.

Besos compi

nanyta dijo...

Si es k los pekeñitos tenemos mucho ingenio... ya sabeis lo que dicen... más vale maña que fuerza..

jejejejeje.. muy muy bueno... tenemos que descubrir más cosas de estas!!!

enhorabuena a Felipe y a Alberto por el relato!!!

Bikiños!!!!!

Anónimo dijo...

Si es que mas vale maña que fuerza. Me ha gustado mucho esta leyenda, ahora me leo la célta, que esa seguro me gusta mucho más. Besos,Macaria

Ruizma dijo...

muy bueno....
recomiendo
"Cuentos para niños extraordinariamente inteligentes"
recopilación de
Harold Bloom....

Anónimo dijo...

La leyenda será chilena pero parte de ella la conocía de haberla leido en el colegio.


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Anónimo dijo...

Esta historia, con unas pocas apuestas menos, la conocía yo de niña. Mi padre me compró el cuentecito, pero su título era: El sastrecillo valiente.
Buen finde :-)

Maria dijo...

parece un cuento¡¡ jeje es bonito...

Alberto Zambade dijo...

Hola amig@s:

Siento haber estado tanto tiempo ausente. Gracias por el apoyo que me dais. Pronto estaré de vuelta con más leyendas

Un saludos fuerte a tod@s

Anónimo dijo...

_Así has sido el primero en caer, miralo por el lado positivo ya estas vacunado, mientras nosotros en cualquier momento podemos caer...

Anónimo dijo...

Leyendo esto en 2017 :D