5 de diciembre de 2006

Recuerdo de Navidad

Hola Lectores:

Si queréis publicar algo en mi blog para que lo vean los demás, enviármelo al e-mail: alberto.zambade@hotmail.com y en breve será publicado.

Saludos del Dardo

El relato que os presento a continuación, es un relato muy especial para mi. Espero que os guste...

El mercado de la Puerta del Sol de Madrid

Durante varios años, siempre a principios de diciembre, me escribí con un viejo compañero de batallas, gravemente enfermo. Eran unas cartas llenas de recuerdos nostálgicos y alegres.
Hace tiempo, por esas fechas, en la Puerta del Sol se instalaba un mercado, el de navidad era el último del año. Y los dos, unos niños que, naturalmente, no se conocían, estuvieron allí perdidos entre la muchedumbre, con los bolsillos vacíos, pero con el corazón lleno de anhelo, mirando los puestecillos y los tenderetes. Sin descanso y casi a diario. La Puerta del Sol estaba llena de puestos y de tiendas. El monumento a San José todavía no estaba allí y la pobre Virgen, cuyos escalones también servían para poner tiendas, miraba aquel hormigueo desde su alta columna, entre cuatro ángeles.
Hoy ya es difícil evocar con la mente la atmósfera única de aquel mercado. El aire olía a naranjas y el ambiente estaba impregnado con la fragancia de las lámparas de carbón encendidas y de los fogones. ¡Cuántos perfumes había allí! Era embriagador, y yo nunca me pude saciar de aquel formidable espectáculo. Erraba por aquellos lugares hasta avanzadas horas de la noche.
El mercado de Navidad era solemne y tranquilo. Había incluso una cierta santidad en aquel hormigueo en el que muchas cuerdas vocales hacían un esfuerzo para que el dinero se mudara de un bolsillo a otro.
Con indiferencia, pasaba de largo ante las tiendas repletas de juguetes de madera y de hojalata, y volvía una y otra vez a las figurillas del belén, que olían a cola y pintura barata. Aquello tenía que ser el orgulloso Jerusalén. Lo fabricaban los pobres con sus propias manos. Era barato, valía unos pocos euros, pero aún así resultaba inaccesible para un niño que apretaba en la mano unas moneditas, y a veces, ni eso.
Pero no tenéis que compadecerle. Era feliz.
Totalmente hechizado por aquel belén, contemplaba sus posturas fijas, preparadas para ver el ángel o la estrella. Iba corriendo al mercado varias veces por semana, durante casi un mes, hasta los días de fiesta, siempre que tenía un rato libre. Cuando más me gustaba era a ultima hora de la tarde; entonces solía haber compradores, y los vendedores no tenían tiempo para apartar aquel que solamente miraba, que no parecía querer comprar nada y que no hacía más que molestar delante de los puestos.
Siempre emocionado y siempre esperando nuevos milagros, erraba por el mercado de la Puerta del Sol, hasta que me paraba delante del teatro de títeres. Y allá, gastaba mis moneditas, sin pensarlo y sin ocupación. Cuando se acababa el espectáculo, que por desgracia no era demasiado largo, me quedaba todavía un ratito detrás del teatro y escuchaba detrás de la fina tela ruidosos diálogos y el castañeteo de los brazos y las piernas del conjunto teatral.
Un pintor, que venía al teatro con niños, dejaba caer, con magnanimidad y generosidad, una gran moneda de plata sobre la fuente de hojalata que vigilaba atentamente a la entrada la señora Beatriz.
Imaginaos una ocasional tempestad de nieve y viento que sopla con fuerza, como si se quisiera llevar a la gente y las telas de las tiendecitas. Cuando las lonas de los techos cedían bajo el peso de la nieve, los vendedores la echaban sobre las cabezas de los transeúntes. Pero no parecía molestarles. ¡Y qué! Caminábamos en la nieve, la gente sonreía. Las fiestas más bonitas del año empezaban dentro de pocos días. ¿Habéis visto alguna vez un montón de naranjas cubiertas de nieve?
Cerca de la Puerta del Sol se instalaban en una plazoletita los puestos Navideños, más o menos en el lugar donde se muestra la estatua de Alfonso XIII a caballo, se hallaban siempre las paradas con mercancía de papel. Allá podríais encontrar rollos de papel de seda y de crespón de todos los colores, pantallas para lámparas, reproducciones de santos para enmarcar, postales y papel de cartas.
Yo no buscaba ninguna de estas cosas; a mí me interesaban las hojas recortables con figuritas de Belén en color. Estaban mal impresas, los colores a veces se salían fuera de las formas, pero yo no veía nada de esto. La fea palabra "Los San" en la cabecera indicaba de dónde provenían. Pero eran baratísimas. También tenían hojas más pequeñas, con figuras impresas en cartulinas con hermosos colores, y su superficie brillante permitía no solamente un resplandor deslumbrante de los hábitos de los reyes, sino que hasta la pobreza y la sencillez de los trajes de los pastores pareciesen más espectacular. A estas figuras no había que pegarles nada detrás. Bastaba con separarlas, encolar abajo un trocito fino de madera y pincharlas dentro del musgo blando. Aquellas hojas que me podía permitir comprar por poco dinero se tenían que pegar primero sobre un papel duro, y sólo entonces se podían recortar con mucho cuidado. Era demasiado trabajo, pero se hacía con gusto.
Montar un bonito belén era el deseo de muchos niños, aunque, según recuerdo, no les inspiraba un sentimiento religioso; aquellos belenes eran más bien testigos de un idilio y un anhelo románticos. Era el tiempo de los juegos y de las fiestas que se acercaban. Yo me olvidaba del tema central de la leyenda navideña, del establo con Jesucristo acabado de nacer, y prestaba mucha atención al castillo pagano, y al palacio del rey Herodes, y los palacios de Jerusalén. ¡Qué bonita y qué misteriosa era aquella ciudad medieval, o quizá posterior, que se veía sobre el establo de Belén! Ningún color fue nunca tan jubiloso, ninguna almena tan dentada, ni ningún palacio tan dorado y vistoso. Muchas ventanas se podían recortar, pegar en ellas papel transparente rojo, y detrás de él, encender una vela. Yo, con paciencia, recortaba una ovejita tras otra y, con ellas, los dos pastores que dormían en el suelo entre el rebaño. Porque un rebaño de ovejas es una parte importante dentro de la belleza de una Belén. Lo más difícil era recortar el largo palo pastor que se alzaba por encima de su amplio sombrero. ¡Cuántos había estropeado!
A veces se me iba la mano con las tijeras; otras veces el palo se encorvaba tanto que ya no parecía un palo. Hasta que alguien me aconsejo que pusiera a los pastores en la mano un trocito de madera largo y fino. Esto me salió bien y, al fin, la caja estaba llena de figuras pobres y primitivas, pero sagradas y hechizadas.
Todavía veo el hermoso elefante con un baldaquín rojo y con flecos y borlas dorados, el camello con un tapiz de colores entre las jorobas, y también el esbelto caballo blanco, con la cabeza levantada y un precioso gorro rojo. Las tres majestades se pararon cerca del establo del Belén. El elefante era conducido por un negrito con turbante blanco; el camello por un árabe con una lanza, y el caballo por un muchacho con Fez turco y un sable encorvado a la cintura, mientras que sus reales amos estaban humildemente arrodillados en el musgo, delante del pesebre. Sólo el Rey negro estaba un poco perplejo, algo más atrás, para que se cumpliesen las palabras de una antigua canción navideña.
El placer más grande consistía en agrupar el hermoso rebaño de ovejas, con el perro que corría alrededor, sobre una roca de papel. Algunos pastores estaban durmiendo, otros daban de beber a las ovejas. En el fondo del Belén había un cielo azul con estrellas doradas. Estas también se podían comprar en los puestos de la Puerta del Sol, en pequeñas hojas de papel, y separarlas fácilmente una de otra. Por último, hubo que poner la estrella de navidad sobre un alambre para que temblara cuando la tocaran y pareciera viva. El Belén estaba listo. Sólo faltaba una cosa; espolvorearlo todo con nieve artificial, sin tener en cuenta que los pastores iban descalzos, que de las palmeras colgaban los enormes racimos de dátiles y que había otras llenas de flores de un rojo vivo.
Mi abuela decía que la gente quiere los belenes porque les hace ver el mundo más humano e idílico. Pero yo los adoraba porque estaban inesperadamente unidos a la época de fiestas hermosas, cuando todo estaba perfumado y la gente era distinta. Mi padre, mi madre y todos los demás. Parecían más felices, sonreían y eran más amables. Toda la casa respiraba bienestar. Yo deseaba que aquel tiempo tan feliz transcurriera muy despacito. No quiero jactarme de ello, pero nosotros éramos pobres de verdad. Sin embargo, lo que pudo hacer mi madre con lo poco que poseíamos fue un milagro. Nos sentíamos sumergidos sin interrupción en un permanente bienestar festivo. Y cada rincón de la calle, incluso el más vulgar, parecía vestido de fiesta en aquella época navideña. Todo era distinto, más grandioso, más hermoso.
Eso sucede cuando se tiene el espíritu festivo en el corazón y no solamente escrito con letras rojas en el calendario.

Fin.

Autor: Alberto Zambade Santiago ©

18 comentarios:

una madrileña dijo...

Un post entrañable. Los Belenes es lo único que me gusta de la Navidad, por eso la mayoría de los que tengo llevan años puestos y sin intención de quitarlos, son los pequeños, el grande de momento no me cabe, algún día lo montaré, eso sí, para no desmontarlo.

Besos pre-navideños.

Anónimo dijo...

Navidades las de antes, ahora es todo muy Corte Ingles

Unknown dijo...

BUEN RELATO .

ADAL

Anónimo dijo...

Buenas Alberto:

Bella historia. Para mí, reunirse con la familia es lo más bonito de esta época.

FELIZ NAVIDAD!!!

Un abrazo

Jorge

PD: Felicidades por "La vida no es más que un sueño" en el Magazine.

Anónimo dijo...

mmm me transpotó a mi infancia...me gustó y me conmovió mucho...que bella historia...
pero dime hoy como es tu navidad?

Alberto Zambade dijo...

Gracias a todos por los comentarios:

Para una Madrileña: También besos pre-navideños.
Para Jesús: Ahora las navidades son más comerciales que nunca. Gracias por el apunte amigo.
Para Adal: Gracias por lo que me toca..
Para Jorge: Es mi visión y quería compartirla con todos ustedes.. Gracias por la felicitación en el Magazine... Y gracias por seguir ahí compi...
Para Lisa: Me encantó que compartieses conmigo una historia tan personal. En realidad es una historia que monté hace tiempo, cuando las navidades eran muy frías y la gente se saludaba sin nigún compromiso. Ahora la visión que tengo de las navidades es muy materialista, por eso no me resultan tan bonitas como las de antes... Aunque sinceramente siempre intento hacer que la magia nunca se pierda, soy un soñador y eso me hace estar feliz en cada momento... Los mejores momentos los paso con la familia, claro está, pero también cuando me junto con mis compañeros de toda la vida, cuando comparto un par de palabras con alguien que no conozco o en una simple reunión de viejos amigos... Gracias por estar ahí, para siempre es navidad...

Feliz Navidad a todos..

Anónimo dijo...

Precioso post!Me has recordado mi antiguo sentir hacia las fiestas. En mi caso, recuerdo mi entusiasmo cuando mi padre me llevava a la Fira de Santa Llúcia, siempre desbordada de gente.Teníamos que pasar por Puerta del Angel y eso era lo que más me gustaba porque por aquella época, el ahora Corte Inglés, era Galerías Preciados y ponían un arbol gigantesco en medio de Puerta del Angel cargado hasta los topes de cajitas con enormes lazos, bolas gigantescas y luces por todas partes.Mi padre compraba complementos para su precioso belén en la Feria; todo olía mejor,la gente era más amable,era todo como un algodón de azucar gigantesco.
Gracias por hacérmelo sentir de nuevo, aunque sólo sea por un ratito.
Un abrazo,

Alberto Zambade dijo...

Para Hope: Gracias por el comentario, me has echo recordar un gran detalle, que también orbserve en su época...La histoira es como es... Gracias por seguir ahí...

Y Feliz Navidad..

Mayte dijo...

Sin duda tenias razón, me ha gustado mucho, tu relato, es dulce, pero con fuerza, transporta y transmite cosas chulas!!

un abrazo y muchos bikiños:D

Anónimo dijo...

Que bonita historia, llena de fuerza y ese poder de sentimiento mayor. Eso es justamente lo que en muchas ocasiones diferencia a la gente humilde; esa capacidad de hacer de poco un sueño mejor. Notable!

desde ya Feliz Navidad para ti y familia!
Mis SALUDOS desde Stgo.- ;-)

Sólo Felipe dijo...

Amigo Alberto. Tantas lunas y tantos soles, pero aquí me tienes nuevamente.

Luego te explicaré el motivo de mu ausencia, pero ahora quiero comentar tu post. Lo encontré un relato maravilloso, lleno de esperanza. Cómo nos hace falta leer cosas así en estos momentos.

Espero que estes muy bien amigo y que retomemos nuestra amistad.

Muchos saludos de tu amigo chileno.

Cazadora de almas dijo...

Una historia maravillosa...

Besitos a miles!

Anónimo dijo...

Una historia preciosa, de verdad.

Saludos

Alberto Zambade dijo...

Gracias por los comentarios que me dajais.

Para Azul: Seguramente con los tuyos también me transporte, gracias por estar ahí..Y Feliz Navidad azulita

Para Sdvb: Igualmente te doy Feliz Navidad y te entrego el Notable ya que es más tuyo que mío.. Gracias..

Para Sólo Felipe: Qué te pasó amigo chileno, estás ausente y me preocupé. Retomar la amistad por dios eso no se pregunta se afirma querido amigo...Gracias por estar ahí de nuevo...Y Feliz Navidad

Para Cazadora de Almas: Alguna vez creí que en su momento me darían una valoración acorde con la historia que cuento, pero jamás pensé que me ganaría esa categoría. Gracias las tuyas también son maravillosas y Feliz Navidad.

Para Alvaro: Eres bienvenido, gracias por la valoración, en serio que la creí. Espero verte más a menudo por mi rincón..Un placer y Feliz Navidad

Os informo que colgaré en unos días otro relato también navideño, pero este se asemeja a un cuento clásico de navidad, lo hize para mi sobrino y espero que os guste. No dejéis de estar atentos.

Saludos
Alberto Zambade

Anónimo dijo...

Me hiciste regresar a los años de mi niñez, cuando mis padres me llevaban allí para ver el ambiente navideño. Ahora sigo evocando con añoranza sus colores, su mágico encanto....bendita memoria que nos trae al presente lo que ya no existe.
Abrazos

Alberto Zambade dijo...

Gracias Glauca: Cuando lo monté me imaginé de pequeño y quizás lo que a veces echo más de menos, después de todo, es cuanto hemos dejado atrás, irrecuperable tal vez, pero innolvidable en la memoria... Gracias por estar ahí. Y Feliz Navidad..

Anónimo dijo...

FELIZ NAVIDAD ALBERTO. Cómo va tu libro? estoy deseando que me digas que ya puedo comprarlo.. aparte de escribir estas fantásticas historias podías escribir sobre ti.. leí tus primeros post y me gustan.. Un abrazo

Alberto Zambade dijo...

Para felicidad: Escribir sobre mí sería muy aburrido, en serio, jejeje... Pero gracias por el apunte... Es maravilloso saber que te gustó mi historia... Gracias por estar ahí e igualmente ¡Feliz Navidad, querida amiga!