Hola Lectores:
Si queréis publicar algo en mi blog para que lo vean los demás, enviármelo al e-mail: alberto.zambade@hotmail.com y en breve será publicado.
Saludos del Dardo
Costumbres Navideñas
La otra tarde me senté con mis padres en el salón de mi casa, al calor de la chimenea. Hablamos sobre las costumbres de antaño, cuando la Navidad se disfrutaba diferente a como se disfruta ahora. Estuvimos metidos en una larga conversación que se prolongó hasta altas horas de la noche. Pues no era cosa extraña que aquella noche estuviéramos despiertos. Era Nochebuena, y dicen que ésta y la noche de Nochevieja, son las dos noches más largas del año. Es una costumbre desde hace muchísimo tiempo que en mi casa por Navidad siempre llevamos a cabo. Empezamos hablando de la cena, elogiando lo maravillosamente bien que le sale el cordero asado a mi madre, porque es verdad. Aunque primero hablamos de los entrantes y como no podía faltar, sacamos como último tema a compartir, el sabor del vino. Y aquí entra mi padre, el que siempre sabe muchísimo de vino. Yo siempre me quedo ausente, pues si no es por él quizás hoy me engañarían al tomar vino en cualquier restaurante. Me encanta ver como coge la copa. Luego mete la nariz dentro de ésta, antes le da un giro, mientras mira el vino como se mueve en su interior, a la altura de sus narices, con mirada penetrante. Seguidamente se dispone a dar un trago, todos le observamos como un ritual, y mientras absorbe el vino va olfateando el aroma que se queda incrustado en las paredes de cristal de la copa.
- ¡Qué bueno! Es un buen vino, ¡Pruébalo, hijo! – me dice. Mientras me llena la copa.
Quizás para muchos, este detalle le resulte muy familiar. Pues siempre hay alguien en la familia ese día que sabe la pera de vinos. A mi me hace mucha gracia, porque cada año siempre termina repitiéndolo de nuevo, y me lo explica como si fuera la primera vez. Es una de las muchas costumbres que tiene mi padre. Eso y el hablar de las cosas de antaño. Como bien os he dicho antes, después de charlar y opinar sobre la cena y el vino, nos sentamos todos juntos y entramos en un ambiente algo más entrañable.
- Y ahora que estamos todos reunidos, ¿Qué es lo que echáis de menos en comparación con las navidades que vosotros habéis pasado cuando erais pequeños? – les pregunté a mis padres.
- Pues veras hijo, han cambiado mucho las Navidades. Ha cambiado todo - dijo mi madre.
- Pero, ¿Tanto? – dije.
- Tú eras muy pequeño hijo. Ahora por ejemplo, ya no se ve como algo normal el que vengan a tu casa los críos a pedirte el aguinaldo – contestó mi padre.
- Sí. Claro que vienen. La otra tarde vinieron dos niños – les dije.
- Y ¿Te cantaron? – preguntó mi padre.
- No. Pero eso ya no se lleva, Papá.
- Ves. Ese es el problema – respondió mi padre, algo tristón. Y continuó-. Por ese motivo se pierden las costumbres. Antes el Barrendero llamaba a tu casa y te entregaba una postal Navideña y a cambio le dabas una propina. Al igual que los niños pequeños se tiraban horas cantándote en la puerta villancicos populares, hasta que le dabas una dádiva. Y a los que cantaban bien los villancicos les dabas el aguinaldo doble. Claro que doble quería decir en la época, que le dabas dinero y unos dulces para todos. Hasta el Sereno tenía su aguinaldo en Navidad. En las noches de invierno lo pasaba tan mal el hombre, que mientras ayudaba a acompañar a cada persona o cada pareja hasta su casa, entre portal y portal, alguna vecina le daba a tomar un vaso de leche caliente para poder aguantar las gélidas noches de diciembre. Porque antes sí que hacía frío, hijo…- me dijo muy serio, con el dedo índice de la mano derecha levantado, poniendo atención a mi mirada.
Todo lo exageraba, pensaba yo. Aunque en realidad gran parte de lo que me contaba tenía razón. Hoy en día se han perdido muchísimas costumbres. Me acuerdo que en Nochebuena nos juntábamos toda la familia y cantábamos y bailábamos villancicos hasta el amanecer. Hoy son pocas las familias que disfrutan la llegada de la Navidad de este modo. Muchas lo ven ridículo, otras ya no tienen ánimo porque les falta algún ser querido, y el resto porque “ya no se lleva”: piensan. Yo creo que el espíritu de la Navidad es un estado de la mente. Por eso cada año que pasa intento hacer lo mismo pero mejor. Porque cada año que pasa no lo miro como un tiempo perdido, lo veo como un tiempo vivido, y eso me enseña a seguir siendo feliz con lo que tengo y a disfrutar al máximo de la vida, de mi familia, de mi pareja y de todos mis amigos. No hay placer y alegría más grande en esta vida que estar a gusto con la vida que te toca vivir. Por ese motivo y por muchos más ¡Feliz Navidad, amigo lector! Y no cambies tus costumbres si con eso cambias la felicidad en tu entorno.
Si queréis publicar algo en mi blog para que lo vean los demás, enviármelo al e-mail: alberto.zambade@hotmail.com y en breve será publicado.
Saludos del Dardo
Costumbres Navideñas
La otra tarde me senté con mis padres en el salón de mi casa, al calor de la chimenea. Hablamos sobre las costumbres de antaño, cuando la Navidad se disfrutaba diferente a como se disfruta ahora. Estuvimos metidos en una larga conversación que se prolongó hasta altas horas de la noche. Pues no era cosa extraña que aquella noche estuviéramos despiertos. Era Nochebuena, y dicen que ésta y la noche de Nochevieja, son las dos noches más largas del año. Es una costumbre desde hace muchísimo tiempo que en mi casa por Navidad siempre llevamos a cabo. Empezamos hablando de la cena, elogiando lo maravillosamente bien que le sale el cordero asado a mi madre, porque es verdad. Aunque primero hablamos de los entrantes y como no podía faltar, sacamos como último tema a compartir, el sabor del vino. Y aquí entra mi padre, el que siempre sabe muchísimo de vino. Yo siempre me quedo ausente, pues si no es por él quizás hoy me engañarían al tomar vino en cualquier restaurante. Me encanta ver como coge la copa. Luego mete la nariz dentro de ésta, antes le da un giro, mientras mira el vino como se mueve en su interior, a la altura de sus narices, con mirada penetrante. Seguidamente se dispone a dar un trago, todos le observamos como un ritual, y mientras absorbe el vino va olfateando el aroma que se queda incrustado en las paredes de cristal de la copa.
- ¡Qué bueno! Es un buen vino, ¡Pruébalo, hijo! – me dice. Mientras me llena la copa.
Quizás para muchos, este detalle le resulte muy familiar. Pues siempre hay alguien en la familia ese día que sabe la pera de vinos. A mi me hace mucha gracia, porque cada año siempre termina repitiéndolo de nuevo, y me lo explica como si fuera la primera vez. Es una de las muchas costumbres que tiene mi padre. Eso y el hablar de las cosas de antaño. Como bien os he dicho antes, después de charlar y opinar sobre la cena y el vino, nos sentamos todos juntos y entramos en un ambiente algo más entrañable.
- Y ahora que estamos todos reunidos, ¿Qué es lo que echáis de menos en comparación con las navidades que vosotros habéis pasado cuando erais pequeños? – les pregunté a mis padres.
- Pues veras hijo, han cambiado mucho las Navidades. Ha cambiado todo - dijo mi madre.
- Pero, ¿Tanto? – dije.
- Tú eras muy pequeño hijo. Ahora por ejemplo, ya no se ve como algo normal el que vengan a tu casa los críos a pedirte el aguinaldo – contestó mi padre.
- Sí. Claro que vienen. La otra tarde vinieron dos niños – les dije.
- Y ¿Te cantaron? – preguntó mi padre.
- No. Pero eso ya no se lleva, Papá.
- Ves. Ese es el problema – respondió mi padre, algo tristón. Y continuó-. Por ese motivo se pierden las costumbres. Antes el Barrendero llamaba a tu casa y te entregaba una postal Navideña y a cambio le dabas una propina. Al igual que los niños pequeños se tiraban horas cantándote en la puerta villancicos populares, hasta que le dabas una dádiva. Y a los que cantaban bien los villancicos les dabas el aguinaldo doble. Claro que doble quería decir en la época, que le dabas dinero y unos dulces para todos. Hasta el Sereno tenía su aguinaldo en Navidad. En las noches de invierno lo pasaba tan mal el hombre, que mientras ayudaba a acompañar a cada persona o cada pareja hasta su casa, entre portal y portal, alguna vecina le daba a tomar un vaso de leche caliente para poder aguantar las gélidas noches de diciembre. Porque antes sí que hacía frío, hijo…- me dijo muy serio, con el dedo índice de la mano derecha levantado, poniendo atención a mi mirada.
Todo lo exageraba, pensaba yo. Aunque en realidad gran parte de lo que me contaba tenía razón. Hoy en día se han perdido muchísimas costumbres. Me acuerdo que en Nochebuena nos juntábamos toda la familia y cantábamos y bailábamos villancicos hasta el amanecer. Hoy son pocas las familias que disfrutan la llegada de la Navidad de este modo. Muchas lo ven ridículo, otras ya no tienen ánimo porque les falta algún ser querido, y el resto porque “ya no se lleva”: piensan. Yo creo que el espíritu de la Navidad es un estado de la mente. Por eso cada año que pasa intento hacer lo mismo pero mejor. Porque cada año que pasa no lo miro como un tiempo perdido, lo veo como un tiempo vivido, y eso me enseña a seguir siendo feliz con lo que tengo y a disfrutar al máximo de la vida, de mi familia, de mi pareja y de todos mis amigos. No hay placer y alegría más grande en esta vida que estar a gusto con la vida que te toca vivir. Por ese motivo y por muchos más ¡Feliz Navidad, amigo lector! Y no cambies tus costumbres si con eso cambias la felicidad en tu entorno.
Alberto Zambade Santiago ©
12 comentarios:
Sí que es verdad que muchas costumbres se están perdiendo, pero también otras nuevas van saliendo. Si no evolucionamos nos estancamos. No siempre lo de antes era mejor.
Pasaba a saludarte Alberto y espero que este año 2007 sea muy bueno.
Saludos desde Chile
Las costumbres son en gran medida las que permiten que la historia vaya cambiando poco a poco....lo importante no es perder o no perder dichas costumbres, lo importante es que éstas no se pierdan de la memoria!
Un abrazo y feliz año!
El sistema darwinista se aplica a todo incluso a las costumbres.
Hola Alberto,
Es una actitud inteligente y de corazón la tuya.Yo he cambiado de costumbres, pero creo que a causa de las circunstancias.También han cambiado las de la mayoría, y eso salpica aunque tú no quieras;de hecho no te das cuenta hasta que ya es tarde.
Tu frase final rubrica el corazón de tu post.
Un abrazo y Feliz entrada de año,
Hope
Pd: echo de menos las postalitas de los barrenderos.Aun guardo algunas de cuando era pequeña.
Hola
Feliz Año Nuevo!!! que todos tus anhelos se puedan concretar, mucho éxito.
Mis saludos desde Stgo-.
Sí, las costumbres han cambiado. En mi caso, las Navidades son bastante distintas a como eran hace solo unos pocos años. Las circunstancias familiares así lo han querido y aunque no me sienta del todo bien o en alguna ocasión eche de menos a lo más queridos, intento asumirlo y pasarlo lo mejor posible. Por mis hijos, por mi pareja y por mí misma. Como tu dices, hay que intentar disfrutar al máximo de lo que se tiene.
Muchos besos y que sigas así este nuevo año.
gracias por estar siempre ahí...
besos.
lisa.
Me encantó tu post (vine desde el de Carlos de Málaga) ¡Cuánta razón tenés al decir que no hay nada mejor que sentirse feliz con la vida que nos toca vivir!!Soy un ejemplo de ello. Un beso desde muy lejos...desde Mar del Plata Argentina
yo creo que mis costumbres de nochebuena no han cambiado.. cena, uvas y a dormir.. cada año lo mismo..
si a tu padre le gusta el vino recomiendale que vea la peli "entrecopas", a partir de ahi, a mi me entro el gusanillo de conocer los vinos..
saludos
Vengo desde el blog de mamen somar, y me encuentro con una cena navideña entrañable, donde hablan padres e hijos. No creas que eso es ya tan corriente. También yo creo que la Navidad es un espíritu, un momento para recuperar alegría y recuerdos. No siempre es fácil, sin embargo. De modo que aprovecha todo lo que tienes, exprímelo y, sobre todo, mantente firme en "pasar" de las modas. Un cordial saludo y feliz año.
Feliz año nuevo !!!
Adal
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