25 de abril de 2007

El sentido de morir

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Saludos del Dardo

El Sentido de morir o no morir.


No es mi intención estropear el día a nadie. Todo lo contrario. Quisiera hablar de una cuestión que a todos se nos ha pasado alguna vez por la cabeza, pero que a su vez muchos de nosotros rechazamos: “que algún día vamos a morir”. Y es que lo que está claro es que todo el mundo sabe que un día morirá, pero casi nadie se lo termina creyendo. Y esto, como todo en esta vida, tiene una explicación, porque nadie se imagina ajeno a sí mismo. “Vivimos esta vida como si llevásemos otra en la maleta”, dijo Hemingway.

Y yo os pregunto ¿de qué sirve morirse? Ya sé que no es sencillo dar una respuesta coherente. Así que, viendo la cosa desde otro punto de vista, planteémosla desde el lado contrario, en el caso de seguir envejeciendo ¿qué pasaría si no nos muriésemos nunca? (como ocurre con la novela de Saramago, “Las intermitencias de la muerte”). No soy capaz de imaginarme una vida sin final. No porque estoy acostumbrado a vivir un ciclo de vida, para luego dejarla sin más, sin ninguna explicación concreta y certera. Imagínense levantarse día tras día, saber que no dejará de respirar, de trabajar, de caer enfermo y de curarse. “Sería terrible que esto no acabase jamás..., sería incluso peor que morirse”, dijo Fernando Trias. Y no por ellos somos desgraciados e infelices.
Una vida sin final sería insufrible porque nadie puede escapar a la insoportable levedad del ser, como dijo Kundera. Sólo soportamos “ser” si algún día habrá un “no ser”.

Porque pensemos. La muerte, entre muchas otras funciones, tiene la misión de dar sentido a la vida. Una vida sin final sería una vida sin sentido. Un currículo sin nombre. Morir supone un contrato con toda nuestra vida, nuestros hechos, nuestros logros y decepciones, nuestras tristezas y nuestras alegrías. Hace tiempo escribí un artículo en El País Semanal que se titulaba “La vida es una obra de teatro”. Es cierto, es la única representación y por eso vale tanto la pena. Gabilondo me dijo una vez que “la vida no es un ensayo, así que no la desperdician”.
Siempre me atrajo la obra de Raymond A. Moody, en su libro “Vida después de la vida”. Este señor se tiró años analizando las experiencias de personas que estaban declaradas clínicamente muertas y luego reanimadas. Hablaba de la pervivencia de la muerte de la conciencia después de la muerte física, tuvo una gran repercusión en Occidente. Y le tacharon de loco. Y yo me pregunto, si hubo tanta preocupación con un tema tan tabú como éste en su época ¿habrá vida después de la muerte? Quizá esta pregunta sea la que más nos preocupa a todos. Y si les digo la verdad no entiendo por qué.
Lo que es evidente es que cuando nos muramos puede pasar dos cosas, según está planteada esta pregunta, o que no haya nada o que haya algo. En el primer caso, que terminó todo. Se acabó, fin de la historia. Y es que la siguiente pregunta que tendría sentido formularse después de obtener este nefasto resultado, a tanto enigma, es ¿Cambiaría usted su vida actual? ¿Viviría diferente? Imagínese que sabe usted a ciencia cierta que no hay nada después de la vida ¿Cambiaría sus valores? ¿Su moral, su forma de ser? ¿Dejaría todo y emprendería una vida nueva? ¿Se tornaría despiadado, se convertiría en un ser violento sin límite? ¿Recuperaría el amor perdido? En mi caso, me quedaría como estoy.

Yo soy de los que piensa que si vivimos del modo que vivimos, no todos, es porque así nos sentimos bien. Uno debe de estar en armonía consigo mismo, hacer las cosas con voluntad propia, con iniciativa, pero siempre para dar sentido a nuestra vida, a nuestra persona.
Y la segunda opción es que haya algo tras la muerte. Pero esta opción no la podremos saber hasta que no estemos muertos. Así que lo mejor, mientras esperamos, es vivir como mejor nos sintamos, estar a gusto con nosotros mismos, que es lo que la gran mayoría ya hacemos y haríamos si no hubiese nada tras la muerte. La decisión por tanto es clara, vivir a gusto con tus propios valores.

Ahora si hablamos de la voluntad de ser, como la decisión propia de seguir viviendo, este es un tema mucho más controvertido y complicado de explicar, pero lo voy a intentar. La decisión de morir en el sentido metafísico es sencillamente la última decisión que tomamos con vida. Según Dolto “nuestra voluntad de vivir y de ser es independiente de nuestro cuerpo". Esto es una hipótesis imposible de demostrar. Si fuera cierta podemos creer que morir es una decisión nuestra. Me resulta incierta porque, evidentemente, nadie está dispuesto a morir, ni quiere en el momento crítico, porque el acto de morir va más allá de lo fisiológico. El corazón no lo detenemos con la voluntad. Cuántas personas han deseado morirse al ver perder a un ser querido para acompañarle en su pena y así evitar no quedarse el resto de su vida solo. Muchísimas. De ser verdad que para morirse hace falta tener voluntad y desearlo, también sería cierto que para acompañar a ese cuerpo tiene que haber una voluntad que actue y eso es lo cierto.

Por eso, amigos y amigas, morir no sólo tiene sentido, sino que es lo que da sentido a nuestra vida. Es el momento cumbre de la voluntad y por ende de nuestro acto más grandioso de Libertad que la vida nos concede.

(Colaborador: Fernando Trías de Bes. Escritor y Filósofo)

Alberto Zambade
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4 comentarios:

les dijo...

leí hasta que preguntaste "algun dia vamos a morir" ya luego lo termino, hoy no, hoy...

Leo Zelada dijo...

Un abrazo poeta.Estas invitado a mi taller y mis proximas lecturas poèticas en mayo.

Un abrazo

Anónimo dijo...

morir no es algo que me preocupa o me da miedo, por el contrario. Sé que de un segundo a otro puedo morir y no me asusta por el echo de que no me voy a dar cuenta. Y si sabria q en x cantidad de tiempo muero disfrutaria a pleno lo que me queda de vida. GENTE!! TODO TIENE SU FIN

Anónimo dijo...

el anonimo de arriba, no es tan anonimo!

www.simplemente-cori.blogspot.com