16 de enero de 2006

Pobres, vagos y otras minorías no asimiladas


La historia es el recuerdo de una realidad que se ampara en el olvido de muchos. Y el pauperismo del siglo XVI significó el amparo y la culpabilidad de un estado frustrado por el egoísmo y el atraso económico.
La generación venidera pensará, cuando estudie la historia de España, que es un cuento chino todo cuanto hemos pasado los Españoles, porque estarán acostumbrados ha tener una vida fácil, porque tendrán dudas a la hora de descubrir quién es el débil habiendo nacido en una sociedad progresista.
A lo largo de la historia siempre ha existido la esclavitud, pese a ser casi eliminada de España en el siglo XVII. Antes, la gran mayoría, estaban a la disposición de los burgueses haciendo labores domésticas en casas adineradas. Hoy en día los inmigrantes se ofrecen de igual modo que antes y hacen las mismas tareas domésticas que hacían en el siglo XVII. En la historia siempre han existido los “pequeños grupos” y que por permanecer encerrados y con sus costumbres y formas de vida propias, eran contemplados con recelo por sus compatriotas.
Al igual que los Gitanos, los cuales siempre se les caracterizaba por su vida errante y por su falta de integración en la sociedad, que aún se les sigue destacando por ese motivo y por otros más, a algunos.
En la historia de España hay un grupo casi olvidado por todos nosotros y que merece ser recordado, los “chuetas” mallorquines. Estos descendientes de judíos vivían en la ciudad de palma, dedicados a la artesanía y al comercio. Y aquí entra lo particular de todo el asunto.
Muchos de los que actualmente nos ganamos el pan somos tan pobres como el resto de los que he nombrado antes. Los chuetas mostraban una buena prueba de su conducta cristiana y cívica, que se traducía en la incapacitación para desempeñar determinados cargos y oficios. En 1773 los chuetas reclamaron a Carlos III la igualdad civil y social con el resto de sus súbditos, al igual que nosotros reclamamos en la actualidad lo que nos pertenece a nuestros jefes según la especialización y el nivel de estudios de cada uno. Para suerte los chuetas con el tiempo consiguieron su objetivo, ser aptos para todo tipo de empleos y ser, lo más importante, reconocidos por la sociedad.
En realidad, creo que aquella lucha les sirvió para ser inmortales en la mente de todo estudiante. Quizás, me sentiría mejor si los jóvenes de mi generación estuviésemos donde deberíamos estar algunos y no acabar siendo como lo qué somos la gran mayoría actualmente, unos simples mileuristas.

Alberto Zambade Santiago

Estudiante de Sociología y Ciencias Políticas.

No hay comentarios: