Si queréis publicar algo en mí blog para que lo vean los demás, enviármelo al e-mail: alberto.zambade@hotmail.com y en breve será publicado.
Saludos del Dardo
--------------------------------------------------------
Hoy os traigo un relato de esos que son maravillosos, que nos hacen transportarnos en el tiempo, de la mano de mi gran compañero de letras, al que muchos de ustedes ya conocen bien.
Con su manera de ver cada instante con esta intesidad que le identifica y le diferencia del resto de escritores no les hago esperar ni a él ni a ustedes más tiempo. De nuevo nos deleíta con sus letras Cayetano Betones, un aplauso.
Disfrútenlo tanto o más como lo hice yo...
-------------------------------------------------------
COMPAÑEROS DE VIAJE
Siempre que viajo en cualquier medio de transporte público, tal vez sea por la monotonía y pasividad que se produce, me divierte saber o adivinar la profesión de mis compañeros de viaje. Me ha ocurrido muchas veces que no cese en mi empeño hasta encontrar respuesta a mis dudas. Es cierto que, en honor a la verdad, casi nadie es lo que aparenta, si no es que se nos coge in fraganti con las manos en la masa.
No lo puedo evitar, tan pronto me siento frente a alguien, mis ojos se convierten en microscopios y mis oídos en intuitivos espías, tratando de encontrar el cabo que me lleve al ovillo. Provoco conversaciones y comentarios que me faciliten la investigación, sin otro propósito que dar reposo a mi mente.
Durante un viaje en tren de Valencia a Madrid, destino Gijón, coincidió que tres pasajeros (dos señores y una señora) llevaban el mismo destino, por lo que hubo tiempo de conocer varios aspectos de nuestras respectivas vidas. Pero en lo que a la profesión se refiere, no encontraba la forma de llegar al meollo de mi verdadero objetivo.
Como siempre, comencé la pesquisa tratando de encontrar algún indicio en los gestos, en los movimientos y en el contenido de la conversación o modos de hablar..
Mientras miraba al señor más próximo, me decía a sí mismo: de ninguna manera responden sus modales a lo que estoy pensando; porque yo persistía en la idea de que era un alto funcionario de la banca. Pero no, un funcionario de banca es más prolífico en sus expresiones, más carismático y envolvente, como si nos quisiera embarcar en algún proyecto y una vez conseguida su rentabilidad nos vuelve la espalda, o nos hace esperar en la cola durante horas para hacer una consulta. Vale, tampoco es eso –me reprochaba-: también hay banqueros altruistas. En su forma de hablar, también encontré abuso de modismos y giros verbales mal empleados. Lucía valiosa sortija en el dedo anular izquierdo y reloj de oro, manos y uñas bien cuidadas y sin el menor vestigio de callosidades por efecto del trabajo. Es decir, terminé por convencerme de que era un proyecto de nuevo rico y defensor de la globalización, pero que aún estaba sin cultivar.
Siempre que viajo en cualquier medio de transporte público, tal vez sea por la monotonía y pasividad que se produce, me divierte saber o adivinar la profesión de mis compañeros de viaje. Me ha ocurrido muchas veces que no cese en mi empeño hasta encontrar respuesta a mis dudas. Es cierto que, en honor a la verdad, casi nadie es lo que aparenta, si no es que se nos coge in fraganti con las manos en la masa.
No lo puedo evitar, tan pronto me siento frente a alguien, mis ojos se convierten en microscopios y mis oídos en intuitivos espías, tratando de encontrar el cabo que me lleve al ovillo. Provoco conversaciones y comentarios que me faciliten la investigación, sin otro propósito que dar reposo a mi mente.
Durante un viaje en tren de Valencia a Madrid, destino Gijón, coincidió que tres pasajeros (dos señores y una señora) llevaban el mismo destino, por lo que hubo tiempo de conocer varios aspectos de nuestras respectivas vidas. Pero en lo que a la profesión se refiere, no encontraba la forma de llegar al meollo de mi verdadero objetivo.
Como siempre, comencé la pesquisa tratando de encontrar algún indicio en los gestos, en los movimientos y en el contenido de la conversación o modos de hablar..
Mientras miraba al señor más próximo, me decía a sí mismo: de ninguna manera responden sus modales a lo que estoy pensando; porque yo persistía en la idea de que era un alto funcionario de la banca. Pero no, un funcionario de banca es más prolífico en sus expresiones, más carismático y envolvente, como si nos quisiera embarcar en algún proyecto y una vez conseguida su rentabilidad nos vuelve la espalda, o nos hace esperar en la cola durante horas para hacer una consulta. Vale, tampoco es eso –me reprochaba-: también hay banqueros altruistas. En su forma de hablar, también encontré abuso de modismos y giros verbales mal empleados. Lucía valiosa sortija en el dedo anular izquierdo y reloj de oro, manos y uñas bien cuidadas y sin el menor vestigio de callosidades por efecto del trabajo. Es decir, terminé por convencerme de que era un proyecto de nuevo rico y defensor de la globalización, pero que aún estaba sin cultivar.
Mi otro acompañante era un hombre de tez pálida, de mediana edad, educado y poco dado a la conversación banal y frívola. Sus intervenciones eran más bien para puntualizar y matizar conceptos que para exponer un tema y someterlo a la opinión de los demás. Siempre se expresaba en un lenguaje académico y culto, lo que me hacía pensar que era un licenciado, ¡vaya usted a saber en qué rama del saber! Su mirada, a través de sus lentes, era profunda, y sus gestos congelados no se inmutaban ante la sorpresa o el prolongado silencio. Pero no había más que ver sus manos, de dedos largos y afilados, para imaginar que estaba ante un pianista o un cirujano. Sí, esos dedos son los que sacan el hígado o el corazón a los enfermos y los manejan como manejan los matarifes las entrañas de un cerdo. Seguro que no se inmutaría si me viera con las tripas fuera y luego las metería a puñetazos. ¡Qué valor! Me estremecía sólo al pensarlo.
La señora gozaba del don la palabra fluida, atropellada y directa, enlazando un tema con otro, sin demora ni reposo, pero siempre con conocimiento de causa y haciendo de fiscal en sus juicios y críticas no siempre justificados. Me pareció ver en ella todos los rasgos que caracterizan a la simpática tendera de barrio, en la que todas las noticias llegan a sus archivos para luego divulgarlos como merecido premio a sus clientes. Cierto, no estaba equivocado, porque sólo había transcurrido media hora de conversación cuando ya había desempolvado la historia de su vida y de medio centenar de vecinos, desde sus antepasados, hasta nuestros días. Es muy halagador -susurré vanidoso.
Sucede que cuando ya me daba por vencido y era incapaz de desvelar el secreto tan celosamente guardo por los otros dos compañeros de viaje, una señorita con aspecto débil y enfermizo, sufre una lipotimia y alguien se levanta demandando la presencia de un médico. Mi compañero, de los dedos largos y afilados, como impulsado por un resorte, se levanta y confiesa: “Sí, yo soy médico”. Sus palabras llegaron a mis oídos como llega la más dulce melodía, y nuevos aires de triunfo me envanecieron por un momento hasta sentirme capaz de descubrir todos los secretos de la naturaleza. No es para tanto, imbécil, es más casualidad que intuición. Además, todavía falta uno por adivinar. Sí, es cierto, no sé a qué viene desollar al zorro antes de cazarlo –mascullé para mis adentros.
No obstante, mi estrategia investigadora seguía su curso, y el supuesto banquero no estaba por la labor de colaborar para redondear el mayor triunfo moral de mi vida. Pero el tren seguía como una serpiente arrastrando su barriga por los maravillosos paisajes castellanos hasta que, en éste estado de cosas, llegamos a la estación de Jovellanos cuando ya anochecía. Y cuál no fue mi sorpresa cuando, al bajar del tren, a la vez que me ofrecía su mano para despedirme, con la otra me entregaba una tarjeta a la vez que me decía: Si tienes algún dinero que guardar, éste es tu banco. ¡Aleluya!
Cayetano Bretones (Gore)
Alberto Zambade
Todos los derechos Reservados Copyright 2007
2 comentarios:
Que bueno...de ahora en adelante mis viajes a Madrid los hare investigando..quizas asi se me haga mas corto el trayecto..
Buena intuicion..si señor.
Un besito.Mar
Pues eso de dormirse en los viajes, ya es algo que consideraré NO hacer... ya veo que uno nuuuuunca sabe lo que otrsos sí...
besos de chocolate!
Publicar un comentario