12 de marzo de 2006

Recordatorio

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Saludos del Dardo


10/03/2006
El paso del tiempo inconmovible



Las lluvias de la infancia se han convertido en una categoría del alma. Las recuerdo sonando en los canalones del patio de la escuela mientras leía un libro de aventuras, con el pelo todavía mojado o en las noches de invierno mientras intentaba dormir, haciéndome una cabaña con las sabanas para refugiarme de ella, por aquel entonces, mi tío Eusebio me contaba historias de terror. Aquella lluvia intensa, persistente y oblicua de la infancia la llevo asociada a las historias de terror que me contaba mi tío Eusebio. En cambio el frío y la nieve formaban parte de un escenario mágico y aterido.
La noche suspendía todos los sonidos cuando nevaba. Los animales callejeros no se les oía, no se oía ninguna voz en la calle y el silbido del tren parecía atravesar un silencio blando. Aquella nieve tardaba mucho tiempo en ser vulnerada, hasta el punto de que hoy, en éste mismo instante, la recuerdo intacta todavía.
El deshielo de marzo, al final de un largo invierno, es un espectáculo muy puro cuando se produce en el corazón del bosque o desde aquellos aleros de la niñez que sólo pertenecen a nuestra memoria. Aquellas lluvias y aquella nieve se desvanecen como se desvanece la vida y se conservan los recuerdos de un conjunto de momentos inolvidables. En este momento el sol de marzo, en algún lugar muy preservado está transformando la nieve en un hilo de luz que se desprende desde las ramas de los abetos hasta el humus fermentado. Durante la caída atraviesa nuestra memoria y también el corazón de los recuerdos imborrables.
Desde estas humildes dicciones te envío un abrazo y muchos besos tío Eusebio.

Alberto Zambade Santiago

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