Si queréis publicar algo en mí blog para que lo vean los demás, enviármelo al e-mail: alberto.zambade@hotmail.com y en breve será publicado.
Saludos del Dardo
Relato Breve
De pequeño siempre he tenido problemas con los números y siempre me ha llamado la atención cuál sería el orden del “todo”. Me hacía preguntas absurdas como ¿Por qué soy una persona y no un animal? o ¿Por qué tenemos que reproducirnos para subsistir? o ¿Por qué el oxígeno que absorbemos es el causante de nuestro envejecimiento y de nuestra muerte?, etc., Al principio las veía absurdas, como ya he dicho antes, pero a medida que iba alcanzando unos conocimientos fui descubriendo aquel orden del que os hablé anteriormente y que ahora sí, al fin, lograba entender todos aquellos dilemas desde un punto lógico y deductivo y os diré como:
Tuve un profesor que fue maravilloso en el campo de la ciencia y los números, una gran suerte la mía por haberle tenido como mentor en aquellos momentos. Me dio la respuesta a todas las preguntas que os formulé antes, pero en mi interior sentía que me faltaba algo fundamental para romper el dilema con el “todo”. Y, entonces, para ello, el profesor tuvo que armarse de paciencia. Yo era bastante plasta y curioso, y por aquel entonces me inundaban las inquietudes. Quería saber más sobre el “todo”. En ese sentido se podía decir que el ansia de saber me empujaba con fuerza a ir en busca de la llave del conocimiento. Y, una tarde, estando en mi hora de recreo sentado en clase investigando el libro de matracas, Andrés, mi profesor de matemáticas, se acercó muy sigiloso, me observó detenidamente y me dijo:
-Sabías que la esencia o la estructura de las cosas consiste en números-me dijo muy serio, mirándome por encima de sus lentes.
-No. Pero me lo temía, sabía que los números juegan una parte fundamental en el “todo”-le dije, sin levantar la mirada del libro.
-Es la Lógica Deductiva ¿Quieres saber cómo es?-me preguntó.
-Sí-afirmé mirándole a los ojos.
Por consiguiente, se giro despacio y comenzó a caminar en línea recta hasta colocarse en su puesto de trabajo, la pizarra. Cogió el cepillo para borrar todos los apuntes que había escrito antes y comenzó a limpiar la pizarra, mientras me preguntaba:
-Bien. Pues dime ¿Qué es la unidad y de qué depende para ti?
Me quedé pensativo, reflexionando la difícil pregunta, y al rato contesté con decisión:
-Que una cosa sea depende de que sea una. Eso es lo que entiendo yo por principio de 1-le respondí.
-También puede ser que cada algo sea de una cierta manera el todo de sí o un “punto” ¿No?-me volvió a preguntar, mirándome esta vez a los ojos.
-Sí-le dije, poco convencido.
Andrés continuó:
-Pura unidad es lo más afín a pura diversidad, pues el uno de cada cosa no se distingue del uno de otra cosa cualquiera. Pero el uno “reiterado” es ya lo otro, no igualdad sino “diferencia”, que representa lo segundo o 2 ¿Lo has cogido Alberto? Si quieres voy más despacio-me dijo, mientras apuntaba en la pizarra.
Yo permanecía en un estado de éxtasis científico escuchando atentamente su explicación. Así que le dije con entusiasmo:
-Sí, no se preocupe, continúe-le respondí.
-Bien, llegados a este punto. La serie indefinida de “unos” diverge en par e impar, el punto se convierte y “fluye” en una “línea”. De que la línea está formada por puntos se deriva lo tercero o 3.
Era un caos, un dilema, una gran explicación y tan sólo podía resumir lo que sentía diciéndole:
-¡Ah!
A lo que seguidamente me dijo:
-Que es la “relación” o el nexo de lo uno y lo otro, donde la línea “fluye” en “superficie”. Lo trino es “una” cosa que contiene a la vez lo “doble”, por lo cual no es simple unidad sino “unidad y diferencia unidas, esto es, un “todo” ¿Lo has entendido?
Ahora me tocaba a mí. No le podía defraudar, no tenía muchas nociones de qué era el “todo”, pero después de haber escuchado aquella explicación el “todo” me pareció que era muy sencillo de aprender. Le dije convencido:
-Más o menos. Entiendo que esa unidad consolida a lo uno pasando a lo doble y volviendo desde allí, sin desarrollar a la vez lo doble, y ese desarrollo es lo que nos da como resultado el 4, que representa el paso de la superficie a la solidez que representa la pluralidad-le respondí, aún algo más extasiado científicamente.
Entonces, sus ojos parecían salírseles de las órbitas. Le vi realmente contento, a gusto de saber que yo había entendido su explicación. Consiguientemente, me dijo un último detalle que sería crucial para entender el “todo” de un modo más sencillo:
-¡Claro, Alberto! Por eso la unidad deviene diferencia, la diferencia deviene relación y la relación deviene pluralidad sintética-me dijo algo más sorprendido que de costumbre
Por fin alguien comenzaba hablar su mismo idioma en clase. Y yo le dije seguidamente:
-Al igual que la suma de 1, 2, 3 y 4 es la década que representa la “armonía”, desde la cual comienza y se reinicia el “todo” y todo su movimiento.
En aquel instante sonó la sirena que anunciaba el final del recreo. Ya se oía a mis compañeros como se acercaban corriendo por las escaleras para entrar en clase. Yo sentí que también se había acabado el dilema del “todo”, me daba pena porque dejaría de preocuparme, pero a su vez me sentí alegre por haber descubierto una gran verdad.
Como dijo Aristóteles: “se quiere más lo que se ha conseguido con fatiga”. Que gran verdad y que gran profesor era Andrés.
Fin
De pequeño siempre he tenido problemas con los números y siempre me ha llamado la atención cuál sería el orden del “todo”. Me hacía preguntas absurdas como ¿Por qué soy una persona y no un animal? o ¿Por qué tenemos que reproducirnos para subsistir? o ¿Por qué el oxígeno que absorbemos es el causante de nuestro envejecimiento y de nuestra muerte?, etc., Al principio las veía absurdas, como ya he dicho antes, pero a medida que iba alcanzando unos conocimientos fui descubriendo aquel orden del que os hablé anteriormente y que ahora sí, al fin, lograba entender todos aquellos dilemas desde un punto lógico y deductivo y os diré como:
Tuve un profesor que fue maravilloso en el campo de la ciencia y los números, una gran suerte la mía por haberle tenido como mentor en aquellos momentos. Me dio la respuesta a todas las preguntas que os formulé antes, pero en mi interior sentía que me faltaba algo fundamental para romper el dilema con el “todo”. Y, entonces, para ello, el profesor tuvo que armarse de paciencia. Yo era bastante plasta y curioso, y por aquel entonces me inundaban las inquietudes. Quería saber más sobre el “todo”. En ese sentido se podía decir que el ansia de saber me empujaba con fuerza a ir en busca de la llave del conocimiento. Y, una tarde, estando en mi hora de recreo sentado en clase investigando el libro de matracas, Andrés, mi profesor de matemáticas, se acercó muy sigiloso, me observó detenidamente y me dijo:
-Sabías que la esencia o la estructura de las cosas consiste en números-me dijo muy serio, mirándome por encima de sus lentes.
-No. Pero me lo temía, sabía que los números juegan una parte fundamental en el “todo”-le dije, sin levantar la mirada del libro.
-Es la Lógica Deductiva ¿Quieres saber cómo es?-me preguntó.
-Sí-afirmé mirándole a los ojos.
Por consiguiente, se giro despacio y comenzó a caminar en línea recta hasta colocarse en su puesto de trabajo, la pizarra. Cogió el cepillo para borrar todos los apuntes que había escrito antes y comenzó a limpiar la pizarra, mientras me preguntaba:
-Bien. Pues dime ¿Qué es la unidad y de qué depende para ti?
Me quedé pensativo, reflexionando la difícil pregunta, y al rato contesté con decisión:
-Que una cosa sea depende de que sea una. Eso es lo que entiendo yo por principio de 1-le respondí.
-También puede ser que cada algo sea de una cierta manera el todo de sí o un “punto” ¿No?-me volvió a preguntar, mirándome esta vez a los ojos.
-Sí-le dije, poco convencido.
Andrés continuó:
-Pura unidad es lo más afín a pura diversidad, pues el uno de cada cosa no se distingue del uno de otra cosa cualquiera. Pero el uno “reiterado” es ya lo otro, no igualdad sino “diferencia”, que representa lo segundo o 2 ¿Lo has cogido Alberto? Si quieres voy más despacio-me dijo, mientras apuntaba en la pizarra.
Yo permanecía en un estado de éxtasis científico escuchando atentamente su explicación. Así que le dije con entusiasmo:
-Sí, no se preocupe, continúe-le respondí.
-Bien, llegados a este punto. La serie indefinida de “unos” diverge en par e impar, el punto se convierte y “fluye” en una “línea”. De que la línea está formada por puntos se deriva lo tercero o 3.
Era un caos, un dilema, una gran explicación y tan sólo podía resumir lo que sentía diciéndole:
-¡Ah!
A lo que seguidamente me dijo:
-Que es la “relación” o el nexo de lo uno y lo otro, donde la línea “fluye” en “superficie”. Lo trino es “una” cosa que contiene a la vez lo “doble”, por lo cual no es simple unidad sino “unidad y diferencia unidas, esto es, un “todo” ¿Lo has entendido?
Ahora me tocaba a mí. No le podía defraudar, no tenía muchas nociones de qué era el “todo”, pero después de haber escuchado aquella explicación el “todo” me pareció que era muy sencillo de aprender. Le dije convencido:
-Más o menos. Entiendo que esa unidad consolida a lo uno pasando a lo doble y volviendo desde allí, sin desarrollar a la vez lo doble, y ese desarrollo es lo que nos da como resultado el 4, que representa el paso de la superficie a la solidez que representa la pluralidad-le respondí, aún algo más extasiado científicamente.
Entonces, sus ojos parecían salírseles de las órbitas. Le vi realmente contento, a gusto de saber que yo había entendido su explicación. Consiguientemente, me dijo un último detalle que sería crucial para entender el “todo” de un modo más sencillo:
-¡Claro, Alberto! Por eso la unidad deviene diferencia, la diferencia deviene relación y la relación deviene pluralidad sintética-me dijo algo más sorprendido que de costumbre
Por fin alguien comenzaba hablar su mismo idioma en clase. Y yo le dije seguidamente:
-Al igual que la suma de 1, 2, 3 y 4 es la década que representa la “armonía”, desde la cual comienza y se reinicia el “todo” y todo su movimiento.
En aquel instante sonó la sirena que anunciaba el final del recreo. Ya se oía a mis compañeros como se acercaban corriendo por las escaleras para entrar en clase. Yo sentí que también se había acabado el dilema del “todo”, me daba pena porque dejaría de preocuparme, pero a su vez me sentí alegre por haber descubierto una gran verdad.
Como dijo Aristóteles: “se quiere más lo que se ha conseguido con fatiga”. Que gran verdad y que gran profesor era Andrés.
Fin
Alberto Zambade. El pequeño Dardo.
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