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Saludos del Dardo
Un extracto de Momo
Por: Cide Hamete
Aunque pueda parecerlo, esto no es un regreso, pero ocurre que paseando por la red me ha dado por entrar en mi página de estadísticas, y he comprobado que aproximadamente tengo a diario unas 40 ó 50 visitas al día. Me parece alucinante. ¿Quienes serán los que siguen pasando por este rincón? ¿Quizá gente que añora que el blog tenga más actividad? No lo creo. Quizá sean simplemente personas que llegan a traves de algún link que alguien se ha olvidado de borrar de su página o no ha querido hacerlo.
Pero ¿y si fueseis vosotros, los de siempre? Qué sensación más agradable pensar que alguien espera que regreses, que vuelvas a escribir lo que escribías. Me parece como esos aficionados argentinos que aplauden a Maradona, y todavía esperan verle meter un gol increíble o hacer un regate impensable. Desde luego esto alimenta mi ego. Lo más probable es que paséis por aquí sólo por casualidad, buscando lugares interesantes que quizá encontréis entre los links que tengo puestos en el blog.
Os voy a regalar unos párrafos que me han llegado por correo de alguien que me aprecia. Se trata de un extracto de "Momo". No he leído este libro, pero me ha gustado encontrarme una carta con este texto. Es bonito tener alguien que te envíe cartas, algún día tengo que ajustar cuentas con la vida y comenzar a enviar cartas a la gente que aprecio.
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A Beppo le gustaban estas horas antes del amanecer, cuando la ciudad todavía dormía. Le gustaba su trabajo y lo hacía bien. Sabía que era un trabajo muy necesario.
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A Beppo le gustaban estas horas antes del amanecer, cuando la ciudad todavía dormía. Le gustaba su trabajo y lo hacía bien. Sabía que era un trabajo muy necesario.
Cuando barría las calles, lo hacía despaciosamente, pero con constancia; a cada paso una inspiración y a cada inspiración una barrida. Paso-inspiración-barrida. Paso-inspiración-barrida.
De vez en cuando, se paraba un momento y miraba pensativamente ante sí. Después proseguía-paso-inspiración-barrida.
Mientras se iba moviendo con la calle sucia ante sí y limpia detrás, se le ocurrían pensamientos. Pero eran pensamientos sin palabras, pensamientos tan difíciles de comunicar como un olor del que uno a duras penas se acuerda, o como de un color que se ha soñado.
Después del trabajo cuando se sentaba con Momo, le explicaba sus pensamientos. Y como ella le escuchaba a su modo, tan peculiar, su lengua se soltaba y hallaba las palabras adecuadas.
- Ves Momo- le decía, por ejemplo-, las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle muy grande con un trayecto largísimo. Te parece tan terriblemente larga, que crees que nunca podrás acabarla.
Miró un rato en silencio a su alrededor, entonces siguió:
- Y entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa. Cada vez que levantas la vista ves que la calle no se hace más corta y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento, y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.
Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:
- Nunca se ha de pensar en toda la calle a la vez, ¿entiendes?
Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca, nada más, que en la siguiente.
Volvió a callar y a reflexionar, antes de añadir:
- Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser.
Después de una nueva y larga interrupción siguió:
- De repente uno se da cuenta de que paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta de cómo ha sido y no se está sin aliento.
Asintió en silencio y dijo, poniendo punto y final:
- Eso es importante.
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Francamente una carta preciosa...
Publicado por: Alberto Zambade
Fuente: http://cide.blogia.com/
1 comentario:
Lo siento Cide, ya está modificado. Pero te reitero que la educación ante todo y sino qué nos queda querido amigo.
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